Cerca de 600 colegiados han participado en el seminario web “Actualidad de la rabia en España. Aspectos epidemiológicos” programado por la Organización Colegial Veterinaria e impartido por Antonio Arenas Casas, catedrático de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Veterinaria de Córdoba, quien incidió en la importancia de las medidas preventivas – vacunación- y el control de movimientos de animales como medidas fundamentales ante esta zoonosis.
Tras recordar que el último caso de rabia en España tuvo lugar en Toledo en 2013, al ser mordidos un adulto y varios niños por un perro infectado, Arenas señaló que la España peninsular e insular se halla libre de la enfermedad, si bien la situación resulta muy distinta en Ceuta y Melilla “por estar en un territorio donde es endémica”.
El ponente, que destacó los esfuerzos efectuados por las autoridades sanitarias de ambas ciudades en la materia, señaló que el riesgo de entrada existe “por la propia permeabilidad de la frontera con Marruecos, ya que los perros errantes que vagan libremente pueden encontrar un hueco para entrar, y por la introducción de animales ocultos en vehículos o en pequeños equipajes de mano, como mochilas, en los propios pasos de entrada y salida de personas”.
Control de animales callejeros
En su opinión, las cifras de vacunación contra la rabia en Ceuta y Melilla ya alcanzan un grado de inmunización aceptable, por lo que sería necesario concentrar las actuaciones “en el control más efectivo de los animales callejeros, que junto a la importancia normativa y a la vigilancia epidemiológica son aspectos clave en la lucha contra la enfermedad desde el punto de vista de la salud pública".
El catedrático también se refirió al amplio periodo de incubación del virus, que puede oscilar entre un día y casi un año, y al costoso tratamiento específico TPE para personas con sospecha de estar infectadas. La rabia canina supone cada año unos 108.000 millones de euros en pérdidas, más de tres veces el producto interior bruto agrícola de España, pero más grave resulta su coste en vidas humanas, con 50.000 muertes personas anualmente.
Su mayor incidencia se produce en niños de países poco desarrollados, fallecimientos que podrían evitarse con una adecuada política sanitaria y de vacunaciones en especies reservorio, principalmente perros.