El Colegio de Veterinarios de Valladolid recordará este viernes 29 de noviembre, con motivo del segundo centenario de su muerte, al albéitar Bernardo Rodríguez Marinas (1749-1819),considerado el primer veterinario español por su pionera formación científica, con una conferencia sobre la importancia histórica del personaje impartida por Ángel Salvador Velasco, miembro de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España y estudioso de su biografía.
El acto tendrá lugar a las 19 horas en el sala 23 del Centro Cívico Zona Sur, sito en la Plaza Juan de Austria, y será presentado por el presidente nacional de la Organización Colegial Veterinaria, Luis Alberto Calvo Sáez, que ha querido sumarse a la iniciativa del Colegio para rendir homenaje a Rodríguez Marinas en el día en que se cumplen 200 años de su desaparición.
Nacido en la calle Mantería, hijo de un oficial de imprenta, y bautizado en la parroquia de San Andrés, Bernardo Rodríguez manifestó desde muy niño una clara vocación por cuidar a los animales, en especial los équidos, lo que le llevó a familiarizarse con las técnicas del oficio de albéitar. Una ocupación tradicional que desempeñó en las Reales Caballerizas de Madrid, donde llegó a ser mariscal, en una época en que albergaban unos 1.500 semovientes entre caballos y mulas.
Hombre ilustrado
Por su valía, es el primer español becado por Carlos III para formarse en la Escuela de Veterinaria, próxima a París, durante tres cursos, con el objetivo de implantar a su vuelta un centro similar en nuestro país que proporcione a los alumnos una base más científica, como en la medicina y la farmacia, como ya sucedía en buena parte de Europa.
Aunque sus propuestas para dirigir la nueva escuela no prosperaron por diferentes razones, tenía grandes conocimientos en clínica equina (morfología, anatomía, patología, herraje...) y, como hombre ilustrado, escribió numerosos artículos divulgativos, así como un tratado sobre veterinaria, equitación y agricultura. Fue, por tanto, un personaje clave en el nacimiento de la veterinaria española como superación de la albeitería, que quedaba desfasada, al difundir su bagaje entre coetáneos suyos.