Consuelo Rubio, subdirectora general de Medicamentos Veterinarios de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), expuso al último pleno de la Junta Interterritorial de la Organización Colegial Veterinaria, cuál es la situación y alcance la las resistencias antimicrobianas y el papel de los veterinarios ante las antibiorresistencias.
Por el interés de su exposición, se reproduce a continuación un resumen de la misma:
La resistencia antimicrobiana es la capacidad que tienen las bacterias de sobrevivir, incluso de crecer y de multiplicarse, en presencia de aquellos agentes que son antimicrobianos, preferentemente antibióticos, que a concentraciones normales o las mataría o al menos las inhibiría en su crecimiento. Las cepas resistentes es un fenómeno natural y tarde o las bacterias mutan. A lo largo de los siglos han mutado, pero no a la velocidad en que lo están haciendo últimamente, y eso sí que es debido al uso intensivo y abusivo de los medicamentos.
Las resistencias antimicrobianas que tenemos son una consecuencia del uso inadecuado de los medicamentos, tanto humanos como veterinarios, pero también del mal uso que se hace de estos medicamentos en sanidad vegetal, en organismos genéticamente modificados. Parece mentira pero hasta a las lechugas les ponen antibióticos como factor de crecimiento. Estamos no solo ante un problema de salud pública, sino también de sanidad alimentaria.
Las resistencias antimicrobianas es una prioridad mundial. Solo en Europa mueren 37.000 personas al año y más de cuatro millones enferman anualmente en los hospitales por infecciones que llevan a aquellas a la muerte. En Estados Unidos la cifra asciende a 70.000. Matan más las resistencias antimicrobianas que el Sida, más que una gripe anual y más que la diabetes. En España la cifra, aunque algo obsoleta, es de 2.500 muertes al año, que además conlleva un coste sanitario y social de 150 millones de euros.
La OMS, en mayo del 2015, emitió un plan global de acción contra las resistencias antimicrobianas que sigue las directrices que ya previamente habían tomado tanto la FAO como la OIE. Hay que establecer planes de acción en todos los países y hay que ayudar a esos países a que los ejecuten. Planes que no dejan de ser más que medidas para contener las resistencias.
La importancia de las resistencias antimicrobianas es de tal calibre que el asunto, tratado en la última asamblea de la OMS, se llevó al pleno de la ONU, que solo se ha reunido tres veces por motivos de salud: por el SIDA, por el ébola y por las resistencias antimicrobianas. En esta asamblea, celebrada en septiembre pasado, se dijo que todos los países se debían comprometer a llevar a cabo un plan global que siguiera las directrices marcadas por la OMS, la FAO y la OIE.
Las resistencias antimicrobianas tienen una vertiente económica. El problema lo analizó el último gabinete de David Cameron en el Reino Unido. Un equipo de expertos dirigido por Jim O’Neill calculó su impacto económico y en su informe final apunta un coste altísimo, incluso superior al del cáncer. La diabetes está matando a 1,5 millones de personas en el mundo y el cáncer matará en 2050 a 8 millones de personas; pero las resistencias matarán por aquellas fechas a 10 millones de personas.
Desarrollar un medicamento tiene un alto coste: cuatro o cinco años de estudios de laboratorio, ocho o diez años de pruebas (algo menos en el caso de los animales) testando en pacientes, y luego de 1,5 a 2 años de evaluación para ponerlo en el mercado. Todo ese proceso implica una seria inversión empresarial para que salga un fármaco que, al poco tiempo, va a tener resistencias y se va a apartar. Eso no compensa a la industria, luego buscar nuevos antibióticos tampoco es la panacea.
La conciencia sobre el problema crece en todo el mundo. Obama inició un plan para combatir las resistencias antimicrobianas. En Estados Unidos el problema es mayor que en Europa porque allí los antibióticos los utilizan para todo. Pero también los países más importantes del G7 y del G20 llevan siempre en sus agendas el tema de las resistencias antimicrobianas.
La gente todavía va al médico para que le recete antibióticos para cosas que no se necesitan, y ello ha favorecido la aparición de las llamadas superbacterias, que podrían ser el fin de los antibióticos y, por tanto, una catástrofe. Porque sin los antibióticos no se concibe la medicina como la concebimos ahora: no habría trasplantes, no habría cirugía, no habría quimioterapia. No podemos vivir sin los antibióticos, es un arsenal que tenemos que preservar.
Pero también tenemos un problema en salud animal. Es un reto logar el crecimiento de animales sin necesidad de utilizar antibióticos para curarlos o como profilácticos. Los medios de comunicación dicen a menudo que los antibióticos que damos a los animales afectan al consumidor. Y aquí hay que dejar un mensaje muy claro. En España no se comen antibióticos, ni con la carne ni con los derivados de los animales (leche) porque para eso existe un Plan Nacional de Investigación de Residuos y para eso los medicamentos, incluidos los antibióticos, tienen un tiempo de espera, un tiempo de retirada de tal manera que las carnes, cuando llegan al consumidor, no tienen antibióticos. Pero lo que sí pueden transportar son genes de resistencias.
Además, las resistencias antimicrobianas generan un problema de mercado. Se convierten en un arma contra quien utiliza antibióticos y se ha puesto de moda. A los chinos les gusta el cerdo danés porque crece sin antibióticos. Y esto es un problema para nuestro sector porcino.
¿Dónde estamos?
En medicina humana, según los datos que se desprenden de la receta reembolsada por el Sistema Nacional de Salud y la receta privada, España es el segundo país de Europa en consumo de antibióticos, tras Grecia.
En medicina veterinaria, según el último informe Esvac, publicado a finales de septiembre pasado con los datos de 2014 y 2015, nos hemos puesto a la cabeza europea en venta de antibióticos.
Ante esta situación, y tras el pronunciamiento del Parlamento Europeo sobre planes de contención de resistencias, la Administración española empezó a trabajar en 2014 desde la óptica de One Health, es decir, un solo enfoque de una sola salud para dar un salida global. Nos marcamos como objetivo reducir la contribución de los antibióticos, tanto en medicina humana como veterinaria, a la resistencia; analizar las consecuencias que puede traer a la salud en personas y animales; y preservar lo que tenemos ahora porque sin antibióticos no se puede concebir la vida que tenemos.
El plan se aprobó en el Consejo Interterritorial de Salud y en la Conferencia Sectorial de Agricultura en 2014 por un periodo de cuatro años. Lo integran seis ministerios, con Sanidad y Agricultura a la cabeza; y en el área de salud animal están todas las comunidades autónomas, 75 asociaciones y sociedades científicas, las organizaciones colegiales de médicos, veterinarios y farmacéuticos.
El plan se creó tanto para medicina humana como animal y se propone la vigilancia del consumo de antibióticos, la vigilancia de la resistencia, el control de estas resistencia, impulsar medidas alternativas al tratamiento y hay una línea para definir las prioridades en investigación, en formación e información a los profesionales.
Ver web plan nacional de resistencia de antibióticos.
¿Qué pueden hacer los veterinarios para frenar las resistencias?
-Saber qué prescribir.
-Herramientas de diagnóstico clínico.
-Tener laboratorio de referencia para llevar las muestras antimicrobianas.
-Cómo prescribir; y esa es también labor de los Colegios, insistir en que hay que seguir estudiando, aunque todo está colgado en la red.
-El veterinario no debería trabajar aislado, sino en equipos multidisciplinarios.
-Resistir a la presión de los ganaderos.
-Ser capaces de explicar por qué no se van a recetar antibióticos.
-Resistir los incentivos de la industria farmacéutica.
-Buscar ideas nuevas para prevenir las enfermedades.
-Llevar una monitorización de patógenos de resistencias y del éxito que han tenido los tratamientos anteriores.
-Saber qué dosis y cuál es la duración adecuada de los tratamientos.
-Evitar dosis subterapéuticas.
-Evitar la aplicación de antimicrobianos frente a microorganismos resistentes.
-Utilizar los antimicrobianos con menor espectro de acción.
-Fomentar la vacunación, buenas prácticas y normas de higiene.
-Información permanente sobre las resistencias antimicrobianas.
¿Qué es necesario aportar al veterinario para que realice a satisfacción su labor?
-Herramientas de gestión de sanidad animal.
-Oportunidades de diagnóstico.
-Transmisión de los conceptos de los tratamientos actuales.
-Formación continua, en definitiva.
El plan, en palabras de Consuelo Rubio, es un reto de salud, es un primer paso para prevenir, reducir y controlar las resistencias y es una responsabilidad compartida. Y se necesita un compromiso político. ¿Cómo se nos pueden ayudar? Poniendo dinero, porque todo esto hay que financiarlo y es la única manera de que el plan salga adelante.
Conclusiones:
-El uso de antimicrobianos debe minimizarse.
-La prevención es la clave.
-Para utilizar los antibióticos prudentemente necesitamos herramientas de diagnóstico para saberlo.
-Se hace imprescindible utilizar siempre los datos de vigilancia de resistencias.