La vocación agraria de la economía española tras el final de la guerra civil propició con éxito la producción de animales para trabajo, y en especial de ganado mular, si bien este censo se vio posteriormente reducido en paralelo con el auge de la mecanización agrícola.
En aras a una mejor calidad ganadera, las paradas de sementales de entonces, tanto las particulares como las del Estado, se dotaron de caballos percherones y bretones y de arañones procedentes dela Plana de Vich, a la vez que a través de los Pirineos se hacía contrabando de mulas poitevinas (del Piteau) herradas en sentido contrario a fin de desorientar a los guardas fronterizos.
En toda España las ferias eran ocasión para la compraventa de este ganado. Una de estas ferias, quizás la mayor, se celebraba en Huesca en torno al día de San Andrés o sea, al cabo del mes de noviembre, y otra, también grande, en Salas de Pallares (Lérida) cuya edición, ya agónica, conocí en 1960. A ellas acudían mulas treintenas (treinta meses de edad), listas para ser uncidas, y otras quincenas y lechalas que precisaban de uno o dos años más para alcanzar su aptitud, tiempo que generalmente cumplían en los valles pirenaicos.
De izquierda a derecha (los tres primeros), Fernando Carrera, Mariano Ramón y Antonio Sanclemente.
Cuando los estudios veterinarios cursados en Escuelas fueron llevados a las Facultades universitarias, la profesión se vio inmersa en el tránsito de la Albeitaría a la Veterinaria de nuestros días. Los tratamientos tradicionales se sustituyeron por productos farmacéuticos y así una patología tan frecuente en la época de trilla cual la infosura (pododermitis) dejó de resolverse mediante sangrías, pediluvios y laxantes para tratarse con coricoesteriodes (Córtice Neosán); y las neumonías, con penicilina en sustitución de los dedales subcutáneos empapados en aguarrás (esencia de trementina). Por otra parte, las ferias constituyeron una importante fuente de ingresos profesionales a cuenta de las guías de origen y sanidad y de los contratos de compra-venta, documentos ambos de inexcusable provisión para el traslado del ganado ferial.
Durante siglos, el ganado mular ha hecho historia sirviendo a los ejércitos en sus aventuras bélicas y a las actividades humanas en sus quehaceres cotidianos. Al día de hoy, sin embargo, es un desconocido para la mayoría de la gente; la cual, paradójicamente, se pronuncia a favor de preservar especies animales en vías de extinción. Cierto es que la presencia del mulo requiere el acoplamiento de dos especies distintas y quizá sea esta la principal causa que motiva el desinterés de los movimiento proteccionistas.
Con ocasión de celebrarse el día de las Fuerzas Armadas en Aragón (1982) el ejército decidió perpetuar el agradecimiento de las Tropas de Montaña al mulo erigiéndole un monumento en Huesca a la manera que otra ciudad lo había hecho recordando su pasado rural en Sión (Cantónde Valais, Suiza) y otras más en Mittenwald, Stressa, Belluno, Roma, Londres, etc.
Desde entonces y cada día 30 de noviembre, en la capital del Altoaragón se evoca la figura del mulo y su benemérito rol social y a tal fin se proclama un manifiesto al pie de su monumento y se hace una ofrenda floral. Del evento y para que no se pierda su memoria, se ocupa CULTA, una asociación cultural surgida de la Asociación Española de Soldados Veteranos de Montaña, asiduamente asistida por el Ayuntamiento de la ciudad y por el Colegio Oficial de Veterinarios personificados este año por el edil que preside la Comisión de Relaciones Institucionales, Antonio Sanclemente, y por Fernando Carrera, presidente de la Organización Colegial Veterinaria del Altoaragón.
Texto de Mariano Ramón, veterinario militar jubilado