La XXXI promoción de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid ha venido celebrando sus más emblemáticos aniversarios en distintos lugares de España. El vigésimo en Toledo, el vigésimo quinto en Madrid y el trigésimo en Ávila. Ahora, que acaba de cumplir 40 años de vida, medio centenar de sus componentes fueron a Cantabria a celebrarlo.
José María Arroyo Díaz, uno de sus miembros, relata en las líneas siguientes las sensaciones de estas efemérides.
LA FORTALEZA DE LA VETERINARIA
A la XXXI promoción de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, en su 40 aniversario
Comenzamos la Universidad en el año 1971, y en los primeros días fuimos capaces de atrapar a Kairós. A partir de ahí se gestó la promoción y comenzó a caminar nuestro ser universitario en el tiempo.
Nos licenciamos en 1976 y salimos de la Facultad con el saber del “escepticismo científico”.
En el vigésimo aniversario (1996), la temporalidad nos llevó a la ciudad imperial. Todos sentimos lascivia de sus cielos rosados, sus góticos y mudéjares. En una recóndita hornacina encontramos un pergamino vetusto, temblorosos le abrimos, era una carta de amor a Toledo, que fue arcano, hasta que absortos la leímos, y hoy, sólo los párrafos más puros nos atrevemos a desvelar:
Siento celos de ese río que día a día te abraza por la cintura, pero no llega a tu sonrisa.
Te esperaré al anochecer en la puerta de Alarcones, sólo para decirte que te amo y besar tus besos.
Quiero imaginar que cuando llegue me estarás esperando oculta tras la celosía de la ventana y me verás sin verte, y ese arrobamiento contemplativo me llevará a lo ascético o al embrujo.
Baja esa noche a verme, con tu velo magenta, es como más me gustas, para poder decirte que siempre seas mi amante y pasear contigo bajo ese etéreo que se funde con el color de tu velo.
Tu ¡sí quiero!, me llegará por el sonido del órgano, que ascenderá a las cúpulas con el incienso y yo sólo percibiré el eco de forma eufónica e intangible, como tus besos.
Volvimos a la Complutense en el 2001, era el 25 aniversario, el acto fue orquestado en el campo de Academo.
Y a la luz de la llama titilante, estudiamos el intelecto de san Francisco de Asís: amor al hombre y a la naturaleza, y sacrificio hasta la estigmatización.
Sigue el ser caminando con el tiempo y en el 30 aniversario (2006) visitamos Ávila. Recordad cuando probados por Asmodeo, transformado en guía turístico, nos dijo: aquella escultura tallada en piedra caliza representa a santa Cristeta ¡que se la ha caído el cris!, pecamos de pensamiento con la lujuria, como penitencia prometimos leer la poesía de san Juan de la Cruz, aún queda algún impenitente.
El 2016 es decretado por el Vaticano como tiempo de misericordia. Una de sus obras espirituales es “enseñar al que no sabe”. Este “querer aprender” nos lleva a pasar a nuestros templos por la puerta del perdón.
Pero este año es también el de nuestro 40 aniversario de licenciatura. Al llegar a Santander fuimos recibidos con afabilidad por su Ayuntamiento en el palacio de la Magdalena. Los pabilos encendidos de sus lámparas coqueteaban con las sombras y alumbraron nuestras emociones.
En cabo Mayor, a la brisa del alba, vimos cómo las olas jugaban voluptuosamente con el acantilado, sin querer:
Nos enamoramos de la mar
y en un barco de papel
nos fuimos a navegar
se nos hizo de noche,
nuestro faro fue la luna
en aquella oscuridad.
Achares sentiste
mar hermosa,
al ver que en la noche
mirábamos a la luna
y ella nos miraba.
Más furiosa te pusiste
porque quisimos acariciarla
cuando en el mar se bañaba.
Al llegar a Comillas vimos cómo en su angelical cementerio no estaba enterrado el tiempo.
Y es que en el hoy aquel tiempo de ayer es pretérito. Pero “el pasado es lo que vive en la memoria de alguien” (1). “Y ese recuerdo lo guarda todo” (2).
La ancestral cueva de Altamira con su rupestre policromía, donde Eón habla y el ente escucha que inevitablemente en lo vivido, dejara de ser recluso de Crono. Y el silencio oye el eco onírico de la palabra.
Esta idea nos hizo percibir ese “ser y tiempo” en lo ontíco de Heidegger.
Tuvimos un deseo, ir otra vez a la Universidad, donde se juntasen aquel y este tiempo, la lontananza y la cercanía.
Con fortaleza abrimos la pesada puerta de las Virtudes, con la pesadumbre de los pecados capitales en bronce. Entramos en la Pontificia y en su Paraninfo sentimos la humildad del saber.
Al salir miramos a la Templanza con la mística teresiana y a la vez con la incredulidad de la abstención, pues todavía en este tiempo cometemos un pecado, el de la gula. Así, después de disfrutar de los coros y danzas regionales, en el marco de la Colegiata de santa Juliana en Santillana del Mar, agasajado por el Colegio de Veterinarios de Cantabria; en el ágape fuimos tentados por Belcebú, pero aquella mirada a la Virtud, no sabemos si dubitativa o concupiscente, nos hizo impeccatum.
Queremos ser poetas del horizonte y navegar con el viento, brújula y sextante, rumbo al monte Parnaso.
La XXXI seguirá las cartas de navegación del aedo, en busca de musas, abriendo puertas. “Llegando a abrir la puerta se abrió con tanta facilidad como si cerrada no estuviera” (3).
Nuestra filosofía no es el principio absoluto, sino absolutorio y sobre él tenemos que reflexionar.
Porque de facundias encomiásticas es fácil hacer poemas panegíricos. Pero con vocablos vituperiosos, hay que poetizar para forjar versos omnímodos.
Por José Mª Arroyo Díaz
Nuestro agradecimiento por su magnifica acogida:
Al Excelentísimo Ayuntamiento de Santander. Concejalía de Turismo y Relaciones Institucionales, regida por Doña Gema Igual Ortiz.
Y al Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Cantabria, presidido por Don Juan José Sánchez Asensio.